Reflexionant sobre l'obra de Dante, a partir de la relectura d'una ressenya ja antiga, escric sobre el sentit de la transmissió i l'actualitat del seu poema:
"Porque, ciertamente, la Divina comedia es también un libro actual. Más allá de que contenga una doctrina sobre el amor espiritual salvífico que supera y empequeñece al amor material contingente, que dirigido a los demás, y compartido, encoge y disminuye, mientras que el primero, en tanto que participa de lo que nos trasciende, aumenta y se expande, al tiempo que engrandece la cuenta total de Luz divina presente en la Creación, la obra de Dante está emparentada con la Ética de Lévinas, y su presupuesto del Otro, como imperativo moral al que dirigir la mirada más allá de nuestra consciencia egológica. Tal es, de hecho, el aprendizaje que el poeta adquiere en su procesión hacia la divinidad acogedora y cegadora: un desprenderse paulatino y progresivo de todo lo que nos define, en tanto que individuos particulares para, a través de la mirada del Otro, reconocer nuestra humana condición finita, nuestra limitada capacidad de acceso a la felicidad y su imposibilidad, desde la comprensión del dolor ajeno. Hay un patente desequilibrio interno, una tensión entre los dos polos que conforman el mundo descrito por Dante: la potencia de la oscuridad infernal no es equiparable a la suma Perfección de la luz celestial. Tan solo es un estadio, una sima abismal que atrapa a quienes creen, erróneamente, que podrán hallar la felicidad en su propia interioridad aislada, en su propia Torre de Marfil, ya sea construida por al ego a sí mismos, o por el apego a toda riqueza y posesión alcanzada, en un alarde de vanidad y estupidez cegadora. ¿Qué bien han aportado a la humanidad con todo su acaparamiento de poder, vanagloria y riqueza? Los asuntos humanos que Dante refiere en su tránsito por los tres espacios metafísicos y alegóricos que componen la Comedia son vanos y carentes de todo interés, vistos desde la infinitud de los tiempos. Las luchas entre Güelfos y Gibelinos, por ejemplo, de las que tantos personajes relatados en la obra fueron participes, para bien o para mal, y en las que él mismo se vio inmiscuido, en su Florencia natal, guardan hoy el atractivo histórico de contextualizar la creación artística, cultural y social de la Italia medieval, pero resultan incomprensibles y lejanas para nuestra perspectiva contemporánea. Lo que parecía tener capital importancia en su tiempo es hoy una anécdota que aparece en las guías turísticas del visitante de Florencia, junto a las referencias culinarias o los atractivos comerciales que esconde la ciudad. Las preocupaciones y pasiones que arrastran a las masas en su momento son simples notas pie de página en el infinito e inabarcable libro de la totalidad celestial. A esta verdad cegadora nos aboca la mencionada tensión que, por elevación, plasma el poeta. Y si tal certeza paraliza, por convertir en inútil toda acción humana en el presente, la aparición de la fuerza transformadora del Amor que, en su acceso al Paraíso Dante está preparado para recibir, lo armoniza y embellece todo. El mundo, la Creación, el propio Poema y su autor adquieren sentido. Es esa otorgación de sentido que Lévinas reclama en el arrojarse al rostro del Otro, como insondable infinitud en la que apaciguar nuestra inútil pasión solitaria y sufriente. El poeta alcanza la Luz cuando se deja penetrar por el amor absoluto de Beatriz. Es, entonces, cuando su escrito adquiere verdadera resonancia, como una luz brillante y permanente que refleja un camino de realización y culminación: hagamos algo que sea digno de mejorar a quienes comparten con nosotros el camino. Leer la obra de Dante transforma y mejora, también hoy, sin duda, cualquier espíritu. Qué lástima que su estudio, y el de tantas otras obras fundamentales de la cultura humana, quede postergado frente a la oscura vanidad del quehacer material cotidiano que totaliza y limita nuestra marcha por los diversos círculos de este Infierno presente.
Perseverar, procurando hallar a nuestros particulares “Virgilio” y “Beatriz” que nos guíen, en el camino de elevación vital que va del Infierno al Paraíso, es mucho más que una simple alegoría moral: es una obligación humana. ¿Qué valor tienen, si no, la educación y la trayectoria profesional, como caminos de formación y experiencia, del sujeto? Retomar el camino de Dante es lo que John Erskine o Robert Hutchins hicieron hace un siglo, con su programa Great Books of the Western World, que pretendía restituir el valor de las humanidades, con la esperanza de educar el deseo y el apetito humano que, descontrolados, nos abocan al infierno de las pasiones que se describen en la Comedia. Contra los que piensan que la naturaleza del sujeto humano presente ha cambiado, adquiriendo virtudes relacionadas con la gestión y la eficiencia empresarial, lo cual hace innecesarios los valores de la excelencia propios del pasado, recogidos en el mencionado programa educativo de Erskine y Hutchins, es preciso recordarles que no sólo ha sido la biología la que nos ha permitido evolucionar desde las selvas y sabanas africanas habitadas por nuestros ancestros, sino sobre todo la cultura, desarrollada por la inteligencia y el amor hacia aquellos que nos han de suceder en esta aventura de vivir en la que seguimos embarcados. Es la misma aspiración que el poeta pretende ofrecernos con su obra y que debería seguir iluminando toda actividad de enseñanza, el valor de la transmisión de la que depende nuestro seguir siendo humanos".
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