Dues passions enllaçades, la literatura de viatges y l'obra d'Evelyn Waugh en un sol volum que acabo de llegir i ressenyar. Aquí va una pinzellada del fruit d'aquesta passió:
"En síntesis, estamos ante un relato amable, destinado a descubrir rincones próximos y experiencias lejanas a la sincopada sociedad británica, demasiado atribulada en su cada vez más cuestionado papel de faro colonial del mundo. Esta “decadencia” política apenas es perceptible para el lector actual, como tampoco debió serlo para el contemporáneo al relato, pues queda compensada por el minucioso detallismo de las relaciones personales y sociales que el autor describe, centrando el foco a su alrededor y cerrando el objetivo del gran angular. No hay ningún comentario respecto a la situación política de los países que visita, siendo como son -Italia, España, Palestina o Grecia- los epicentros, ya en ebullición, de la tempestad que en una década transformará el mundo. La política está ausente; está elidida en la proyectada -y descartada- visita a la URSS. En su lugar, el Gran Mundo que relata Waugh se enmarca en el carácter social y cultural, idiosincrático, de sus encuentros tanto con sus paisanos británicos como con las poblaciones locales. Su observación precisa y aguda de comportamientos y mentalidades es un ejercicio de aprendizaje fértil y fecundo para su carrera literaria futura, pero su fotografía fija de la escena no es más que un retrato, ya descolorido y avejentado, de un viaje de placer de un pariente lejano, un souvenir enmarcado y colgado, extemporáneo, en la pared de los recuerdos de una vieja casa -Europa- mil veces reformada. El relato nos acerca a la persona, al tiempo que nos aleja del escenario. Al fin y al cabo, los mismos caracteres observados en sus compatriotas serían detectables en cualesquiera otros cruceros de la época que surcasen los mares del planeta. Tal vez en esto Waugh también es un aventajado: en la era en que no existían, todavía, las redes sociales y las selfies ofrece al lector su propio libro de estampas con auto retratos y bellos escenarios, exóticos y atractivos, inaugurando un modo de viajar cuya finalidad es exhibirse ante los demás. No podemos negar la fortuna que ha acabado teniendo este diletantismo dandi y elegante. Tan sólo cabe objetarle un pero: la economía de la expresión de la experiencia requiere el soporte gráfico -las imágenes- más que las palabras, para alcanzar el éxito en su transmisión. La imagen siempre tiene más posibilidades de convertirse en viral que el texto. Por ello, el título que hoy mejor reflejaría el propósito del autor sería el de Estampas, y no el de Etiquetas. Inconscientemente, él también es testigo e incluso víctima del retroceso presente del texto en favor de la dictadura de la imagen. Pero quienes más perdemos en el afán actual por captar un registro visual de la realidad somos todos nosotros, pues la imagen jamás podrá ofrecer toda la fina ironía y la sagacidad mordaz que nuestro autor obtiene con estos perdurables y literarios “retratos etiquetados”.
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