De la lectura de l'obra de Diderot, un diàleg no publicat en vida de l'autor, entre el mateix filòsof i Rameau, el nebot del famós músic francès, deixo aquí el següent fragment de la ressenya redactada aquests darrers dies. El retorn de Diderot a l'escriptura del gènere del diàleg no només té la voluntat de ressuscitar la forma literària pròpia de l'etapa clàssica de la filosofia, sinó de replantejar també als grans temes presents en els diàlegs platònics. En el cas del diàleg que ens ocupa, la qüestió que amoïna al filòsof, fins perturbar el seu ànim de donar a conèixer el resultat de les seves reflexions, és si el saber pot, per sí sol, acostar a la virtut moral a aquell que ha consagrat la seva vida a la injustícia, el vici i la mol·lície, fins acabar convertit en un bufó al servei del poderós. Talment, darrera d'aquesta acció està en joc el sentit mateix de la Il·lustració.
"¿Qué debe el lector concluir, después de asistir a este encuentro, figurado o real, entre el bufón y el filósofo? Sin duda que la filosofía y la sabiduría no son para todo el mundo. La propuesta ilustrada de extender la virtud ética y el conocimiento científico mediante la educación del ciudadano, para abandonar supersticiones y prejuicios, choca frontalmente con la sofistería adulatoria y retórica de los serviles y mundanos poetas, artistas y músicos -y aquellos que acabarán configurando lo que hoy llamamos “intelectualidad”- que, arrimados al poder, cuestionan ontológica y moralmente, el estatus social, político y cultural del programa ilustrado. Al final, su escepticismo y relativismo hacia los grandes valores sirve a los intereses de la nueva clase burguesa, que pugna por hacerse con el control de una sociedad a las puertas de la gran transformación económica y política, que dará lugar a la Revolución Industrial y al Estado Moderno. Y de este choque entre virtud y exceso, en un contexto de progreso económico y material, siempre saldrá triunfante el segundo, pues la promesa de la felicidad regalada desde la posesión de bienes de cambio tangibles y placenteros es siempre más potente y fecunda que la aspiración a la felicidad basada en la renuncia y el sacrificio material para obtener la elevación espiritual. Diderot intuye que el programa que él y sus amigos filósofos tratan de poner en marcha tiene las ruedas pinchadas en un mundo que avanza aceleradamente hacia la comodidad y el lujo, obtenidos con igual legitimidad desde el esfuerzo y la superación personal, como mediante la vulgaridad, el alago y el crimen. Y, por desgracia, aquellos que están dispuestos a seguir las indicaciones del filósofo que conducen al primero de los caminos son muchos menos que aquellos que se dejan impresionar por el camino fácil, regalado, pero artero, que les muestra Rameau. En esta encrucijada seguimos estancados hoy en día, tratando de reflotar un programa ilustrado que sea capaz de convencer a la ciudadanía del beneficio mayor que se obtiene del progreso moral, antes que del progreso material. Pero Rameau sigue danzando, y ante sus contorsiones y payasadas se sigue agolpando la muchedumbre, dispuesta a divertirse y reír ante el bufón, más que a escuchar y seguir las sabias palabras del filósofo. Nada ha cambiado y nada hace pensar que esto mañana vaya a cambiar. No parece que la solución que Diderot adoptó, ocultar su obra para proteger su proyecto intelectual, pueda servir para revertir el paso firme y decidido que nos conduce a la depravación y la autodestrucción que seguimos. No, al menos, mientras estemos más pendientes de aduladores, sofistas y engañabobos que de aquellos que encarnan y persiguen la ejemplaridad pública y privada. Pero el espectáculo, vistoso y divertido, lo ofrecen los primeros, no los segundos. Y “The Show, Must Go On”".
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